En un diálogo que tuve con un amigo y hermano en la fe que profesamos surgió el tema de la violencia que azota a la ciudad de Rosario de manera más que alarmante.
Específicamente, me comentó el hecho de el asesinato de Gaetano Di Bartolomeo, un inmigrante italiano de 62 años oriundo de Ripalimosani (una pequeña localidad de la región de Molice, en el sur de Italia).
El nombrado, era propietario de «La Nueva Aurora», una panadería ubicada en Caferatta y Aurora (Barrio Plata).
El crimen se produjo en el mes de julio frente a una distribuidora de bebidas en la calle Constitución 5147, mientras la víctima estaba en su vehículo.
Lo que cabe destacar es la cantidad de impactos de bala que recibió en total: 8 en el omóplato y 1 en la cabeza.
Un hecho no menor es que Di Bartalomeo era un hombre de fe, la misma que profesamos con mi amigo: el cristianismo.
Una pregunta que muchos se harán es por qué le ocurrió a una persona que tenía muy buena reputación entre sus vecinos y además era un devoto creyente.
La respuesta que le doy a esa pregunta lo voy a hacer no desde el intelecto sino a través de lo que la Biblia, que a diferencia de una respuesta humana, es lo que nos habla el Creador desde el Génesis al Apocalipsis.
El primer pasaje que me viene a memoria está en el libro del profeta Isaías en el capítulo 55, verso 9:
«Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.»
Hay cosas que nos suceden en la vida desde una mirada natural son muy injustas, en este caso en particular: la prematura y brusca muerte del panadero.
Pero nuestra mente es finita y la de Dios no lo es.
Un caso a tener en cuenta es el de Esteban, un joven que fue elegido como diácono porque era alguien lleno de fe y del Espíritu Santo. (Hch.6:5)
Por ser fiel a la fe que lo sustentaba fue lapidado por los religiosos de la época.
Cabe destacar que mientras era martirizado clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado.(Hch.7:60)
Lo anterior, me da la convicción de que el «varón de Dios» murió con un corazón con tanta paz que aún las piedras que le tiraban sus victimarios no solo que lo hicieron decaer o blasfemar sino a interceder por sus asesinos y bendecir.
Pero lo que le ocurrió al citado santo no se contradice con lo dicho por Dios al profeta Jeremías en el capítulo 29, verso 11:
«Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.»
Conclusión:
Su visión no está contaminada de ningún tipo de despropósito o egoísmo, ya que él sabe lo que más nos conviene a cada cual sino también a nuestros familiares, amigos y todos aquellos que interactúan con nosotros.
Porque como dice el salmo 116, verso 15:
«Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de los santos.»
Conviene aclarar que «santo» no es un individuo «canonizado» por ningún hombre o institución humana sino aquel que con sus imperfecciones le entrega su vida a Dios y busca cada jornada estar en comunión con él.
Como expresa Pablo en la primera carta a los Corintios capítulo 15, verso 19:
«Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de lástima de todos los hombres.»
Al tener la certeza de la resurrección de Jesucristo no sólo por la veracidad de lo que dicen los Evangelios sino por ir en correlato de una experiencia personal.
Pero puedo asentir lo que el ungido dice en su epístola a los Colosenses capítulo 1, versos del 26 al 29:
…»el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí.»