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Canciones doradas y una voz inoxidable

Adrián Barilari (líder de Rata Blanca) comenzó su gira en la ciudad de Rosario anoche, con una Sala Lavardén repleta (según los protocolos permiten), y con un repertorio colmado de hitos musicales del rock y la balada. Junto con su banda compuesta por Norberto “Beto” Topini en batería, Dario Cacciaro en guitarra y coros, Facundo Collado en teclado y coros, Javier Bisione en bajo y coros, y Ariel Vergara en guitarra, quienes demostraron profesionalismo y versatilidad, el cantante puso su voz al frente de un recorrido audaz, movilizante y enérgico por una serie de melodías que hicieron historia. Reversionadas por él, y hasta mejoradas por la potencia sonora de sus agudos que mantienen la impronta de Rata Blanca, y hasta generan cierta resonancia con el vibrato de Steve Perry (voz de Journey).

Fotografía de María Fernández. Instagram: mpinkph

El público en sus butacas cumpliendo a rajatabla los protocolos, todo estaba listo para apagar las luces y dar lugar al concierto, que se pudo llevar a cabo gracias a una impecable organización.
A las 21:06 de la noche se corrió el telón. La melodía que antecede a las películas clásicas antecedía a modo de prefacio la entrada triunfal del rocker. Con los primeros acordes de “Power of Love”, un rock alegre como para disparar la energía del público rosarino, ingresó al escenario con su mítica cabellera larga (la misma de los 80), pantalones y zapatos negros y camisa estampada a tonos grises. Sin necesidad de una gran parafernalia, ni efectos especiales, tal solo con su presencia y la proyección de su voz, logró ganarse al público desde el primer instante.

Fotografía de María Fernández. Instagram: mpinkph

Acto seguido, con el escenario transformado al color violeta, el micrófono de pie plateado y los brazos extendidos, sonaron los primeros acordes de “Still Haven’t Found That I’m Looking For” de U2, intentando amainar y regular la potencia. Durante la noche serían varias las pulsiones emocionales que atravesarían a quienes fueron a disfrutar, no solo de buena música, sino con “ganas de olvidarse de esta ‘pandemierda’ y pasarla bien”, como señaló Barilari al principio. Y así fue.

Temas de Bon Jovi, de Gary Moore para dar un toque más sombrío con un roce melancólico, y de Bryan Adams (Everything I do) para generar un clima más romántico, continuaron uno tras otro. Podrían haber sonado “Como yo nadie te ha amado”, hit de la primer vuelta de “Canciones Doradas” hace unos diez años, o “Ni un segundo quiero perder”, versión del tema que Aerosmith haría inmortal en el soundtrack de la película Armagedon; sin embargo, las casi veinte canciones escogidos para interpretar fueron igual de efectivas y lograron la misma emoción en quienes ocuparon las asientos distanciados (fila y asientos de por medio) del teatro.

Hay que atreverse a versionar a un prócer como Frank Sinatra, tal como sucedió con el clasiquísimo “La Vida es Así” (That’s Life), y Barilari lo consiguió con suma maestría. Lo mismo sucedió con otras canciones como “Bad Love” de Eric Clapton, “Every breath you take” de The Police, o “Ángel” de Robbie Williams, que dio lugar tanto para la lágrima como para el movimiento de manos levantadas de un lado al otro al unísono. Nada sencillo es lo que logra el músico en su faceta solista, quien no pretende hacer un solo un cover o una simple traducción, sino que se trata de resignificar el mensaje de cada una de las letras en otro idioma, respetando su esencia inicial.

Uno de los puntos más álgidos de la noche fue con “The show must go on”, nada menos que la última plegaria de Freddy Mercury antes de morir. Barilari sentado en el centro del escenario, con luces azules, hizo una versión visceral. “Que siga el show” reza la letra, queriendo brindar una suerte de brío esperanzador en éste contexto mundial atravesado por la pandemia.

 

Luego de interpretar un sensual rock and roll de Lenny Kravitz, en donde hasta se animó a bailar algunos trazos coreograficos con sus músicos, palpitaba el final del show con dos temas de Wenstein, banda referente del power metal: Here we Go again e
Is this love.

“Éstas que vienen ahora también son canciones doradas. Pasan los años, pero están ahí”, exclamó el artista con un sesgo de emoción, para dar lugar a dos clásicos que lo tuvieron como protagonista: “Volviendo a Casa” y “Mujer Amante”, emblemáticas canciones de Rata Blanca, que impregnaron de nostalgia y fervor el (falso) cierre del show.

 

Esperando los bises y con ganas de mucho más, el público no paró de insistir para que su artista regrese al escenario. Y lo consiguieron. Precedido por el potente solo de batería de Beto Topini, Barilari arremetió con las dos ultimas joyas de la noche: “Addicted to Love” de Robert Palmer, y “Rock and Roll All Nite” de Kiss, donde los que asistieron se animaron a cantar más que en otros momentos de la noche.

Tras haber dado todo y más en el escenario, queda la sensación de que el tiempo no pasa para el músico, mucho menos para su voz, con la que interpreta las canciones en el mismo tono que hace tres décadas atrás. Demostrado quedó que ni el paso del tiempo, ni el Covid, ni todos los males de la nueva década, pueden doblegar a la música, ni a los artistas, o a la inmortal voz de Barilari, ni a éstas canciones doradas.

L.G.R

IMÁGEN DE PORTADA: María Fernández/ Instagram: mpinkph