“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.”(3 Juan 1:2)
La actriz, escritora, productora y activista política estadounidense Jane Fonda expresó en una oportunidad lo siguiente:
“No aprendes de los éxitos, no aprendes de premios, no aprendes siendo una celebridad. Solo aprendes de heridas y cicatrices, de errores y fallos.”
Lo anterior, me lleva a reflexionar lo que ha continuación les comparto:
Cuando el galardón es producto de haber metabolizado aquello que ha causado un trauma de cualquier tipo será para bendición.
En cambio, si el tal no va acompañado de una sanidad anímica y espiritual será para tropiezo.
Lo pretérito, me lleva a razonar que el que ha sufrido puede situarse en víctima o hacer del despropósito un propósito a partir de sacar a luz lo que ha producido una herida.
El ser humano ante un conflicto tiene tres opciones: negarlo, victimizarse o evidenciarlo.
Esto último, hace posible que ese desequilibrio pueda ser sanado.
De lo contrario, la persona afectada puede incluso llegar a lugares relevantes pero al haber una insanidad en su ser no tener equilibrio mental para usufructuar lo adquirido.
Con respecto a la fama o el éxito si este no va acompañado de una prosperidad del alma todo lo que pueda venir como galardón no le va a servir para ser alguien victorioso, aún cuando él o la destinataria del reconocimiento acceda a los más altos honores.
Ahora, si los mismos devienen de una comprensión de cualquier despropósito la o el protagonista del triunfo tendrá como consecuencia un disfrute auténtico del reconocimiento de los demás.