Siempre observé con admiración a niños, que hoy son adultos muy respetuosos, agradecidos, con determinación en lo que emprenden, dedicación al estudio, solidarios, siempre tratando de ayudar al prójimo, no importando las edades, los he visto en distintas circunstancias y con actitudes de grandeza, ternura con algún anciano, o dándoles caramelos a niños. En sus infancias tuvieron muchas carencias, todo les costó mucho, sus padres, personas de principios y valores a tener en cuenta, de clase social muy pobres, fue lo que de niños mamaron, aprendieron a valorar un plato de comida porque costó comer todos los días, se esforzaron estudiando, porque ir al colegio fue para ellos la esperanza de no vivircon falta de tantas cosas, escuchaban la frase
» Estudien así no tienen que sufrir tanto como nosotros a la hora de conseguir un trabajo » .
Realmente creo que lo que cuesta es lo que vale, se valora, se cuida. Cuando te dormiste sin haber tragado algo calentito, seguro que una sopa sería el mejor plato. Cualquier zapatilla sana en tus pies, sería una gran fiesta aunque no fueran de marca.
A esos niños que les costó tanto poseer un juguete, un lápiz, una linda ropa, un postre, que hoy, ya adultos le dan un gran valor a todo, ayudan a niños con carencias en las calles, robandoles una sonrisa al regalarles un alfajor o una manta para abrigarse, pueden aconsejar para bien, por todo lo vivido en su niñez , a otros niños que no saben lo que es quedarse con las ganas de comer algo, de dormir calentitos, o de no tener lápices de colores para hacer sus tareas.
Sólo quién no tuvo para cubrir las necesidades básicas, valora mucho lo poco que tenga. Una gran contradicción y una triste realidad. Ser agradecido es una bendición. Enseñemosles a los niños a valorar y a agradecer todo, para que cuando sean grandes les enseñen a otros y ayuden a los que menos tienen.