Durante mucho tiempo caminamos por la vida queriendo hacer el bien, claro, quienes tienen un corazón dádivozo, solidario, sensible a la necesidad del prójimo. Aunque en el núcleo familiar, siempre se quiere colaborar con aquello que sabemos que al otro le falta, o que simplemente no puede alcanzar. Muchas veces no es una ayuda económica, puede ser una palabra de contención, de aliento, de esperanza, quizá solo sea escuchar lo que la otra persona le preocupa o atormenta, tal vez sea la elaboración de un proyecto o un simple abrazo.
Generalmente nos ponemos el calzado de maestros, dando muchos consejos o sugerencias, estando muy seguros que lo que le decimos es ciento por ciento lo mejor para ellos, damos a entender que si nos obedecen, se les solucionará ese conflicto laboral, sentimental o familiar. Lo triste es que no nos hemos detenido a pensar que, eso supuestamente bueno que creemos hacer, seguramente no es lo correcto.
Suena confuso, como que no puede ser así, no encaja, pero, piensa por ejemplo, » un primito o sobrinito te cuenta que tiene muchas ganas de comer un chocolate » , y se lo compras, es una buena actitud, sin embargo al otro día se tiene que hacer unos análisis, y no podía comer ni dulces ni grasa. Era bueno, pero no fue lo correcto. Esto es un simple y común ejemplo, hay muchos otros mas graves, mas complejos, creyendo hacer lo bueno y de hecho lo es, resultando ser incorrecto.
Terminamosentorpeciendo o perjudicando alguna situación. Por esto es que siempre debemos meditar y estar seguros de que aquello que hagamos para ayudar a otros, sea lo correcto, sea lo que realmente aporte a favor de dar solución o alivio a esa circunstancia, sin perjudicar. Aprendamos a ser sabios y entendidos a la hora de dar, sea ayuda económica, logística o de consejería. Que sea con amor, con sabiduría e inteligencia, para no perjudicar o agravar lo que esa persona está viviendo.
Nancy Aguilera Caviglia Periodista .