Ante la pregunta de la mujer samaritana, que está registrada en el Evangelio de Juan capítulo 4, verso 20, donde ella lo interroga a Emmanuel diciéndole si hay que adorar si en el monte Gerizim o en Jerusalén, el Cristo entonces le responde en los versos 21 al 24 lo siguiente:
«Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos.
Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.
Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.»
Con respeto a lo que acabo de transcribir, les comento lo que a continuación detallo:
La adoración no debe ser un ritual ni una liturgia sino una acción motivada por el amor a Dios.
Sólo podemos adorar al Creador en espíritu y en verdad cuando hemos tenido una experiencia personal con Jesús.
Entonces, Su Espíritu en nosotros no solamente nos capacita para adorar al Padre de la manera adecuada, sino que al hacerlo nos es revelado lo que Dios quiere de nosotros.
Para tener una experiencia íntima con el Señor, él nos tiene que invitar a conocerle.
Porque como dice Pablo en la carta a los Romanos capítulo 9, verso 16:
«Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.»
Por ejemplo: el citado Apóstol fué llamado mediante una Teofanía.(Hch.9:3-6)
Cornelio, el Centurión romano, a través de una visión.(Hech.10:3-7)
Y lo que ocurre en la mayoría de los casos: mediante la prédica del Evangelio.(1 Co.1:21)
Concluyendo:
El que ha tenido un encuentro con el Señor para permanecer en Él y obrar con sensatez (En espíritu y en verdad) debe tener intimidad con Dios, leer la Biblia, congregarse y poner la enseñanza por obra.