«El que ama la instrucción ama la sabiduría; mas el que aborrece la reprensión es ignorante.»(Proverbios 12:1)
Cuál es nuestra actitud ante la admonición de alguien que está en una posición de autoridad en nuestra vida?
Pueden suceder tres cosas: ser sumisos, reactivos o que haya un reconocimiento del error.
Primer ítem: Una actitud sumisa.
La misma no significa que la persona realmente haya reconocido internamente la acción que se le asigna, sea ésta real o no, si no quizás lo hace ante la impotencia de manifestar su punto de vista ante el que admoniciona.
Otra posibilidad es que dicha acción esconda una respuesta hipócrita para seguir usufructuando algún beneficio que conlleva el acto de someterse al criterio del que reconviene al sujeto.
Segundo ítem: Una respuesta reactiva
Responder de manera beligerante ante quien imparte una palabra que evidencia una falta. Lo anterior, puede evidenciarse desde una contestación intemperante a una agresión física.
Quizás, el que comete la acción violenta tenga una justificación para no asentir la demanda del que lo ha confrontado, supuestamente, con un desatino, pero al caer en la violencia, como medio para hacer justicia, pierde toda razón al hacerlo en forma equívoca.
Tercer ítem: El que reconoce el error y se disculpa.
Esto habla, en un sentido positivo, de humildad y equilibrio, queriendo restaurar aquello que se había desmadrado y convertido en un despropósito.
Pero en un sentido negativo puede ser la forma de seguir conviviendo, ya sea, en un ámbito laboral, familiar o comunitario por una cuestión de conveniencia por algún rédito.
El cual puede ser económico, anímico o por una falta de iniciativa para encarar algo nuevo.