A 53 años del Primer Rosariazo, ATE Rosario recuerda una de las gestas más importantes del Siglo XX, protagonizada por trabajadores y estudiantes. Hoy como ayer, la necesidad sostener y conquistar nuevos derechos es apremiante y la memoria es la forma en la que recuperamos las banderas de la lucha.
La dictadura de Juan Carlos Onganía tomaría el poder en junio de 1966 y en julio de ese año se produce la intervención y ocupación de las universidades públicas por orden del régimen, la llamada la “Noche de los bastones largos”. La dictadura instalaba al pueblo como víctima de una larga represión. El 15 de mayo del 69, la policía mataba al estudiante de 22 años Juan José “Chelo” Cabral, en la ciudad de Corrientes. Y al día siguiente, en Rosario se preparaba una marcha en contra del cierre del comedor universitario pero la noticia de Corrientes los pondría alertas y en asamblea.
El país de barricadas.
Dice el historiador Leónidas Ceruti que el clima en la Universidad de Rosario era de mucha tensión, se “resolvió suspender por tres días las clases y solo quedaba como lugar de reunión el comedor universitario. Allí se realizó una masiva asamblea y posteriormente una marcha por las calles céntricas”. Ese mismo día, el 16 de mayo, los estudiantes serían ferozmente reprimidos por la policía y comenzarían allí los hechos que desencadenaron las jornadas que hoy recordamos.
El día 17, volvieron sufrir la represión policial en la zona del Comedor Universitario. Llevados por la represión, cientos de sorprendidos buscarían refugio cercano en la Galería Melipal, un “lugar con una sola boca de entrada y salida, que hizo que estuvieran atrapados a merced de los guardias”.
Afirma Ceruti que la gente trató de evitar como podía la lluvia de golpes y “en medio de la confusión sonó un disparo”. Cuando la policía se replegó, quedó en el suelo el cuerpo de Adolfo Bello con la cara ensangrentada. Era estudiante de Ciencias Económicas. A estas alturas, Rosario se convertiría en un caldero. Incluso los canales de noticias oficiales reproducirían la bronca y la impotencia de la gente por toda la situación.
En los días siguientes se sucedieron “actos relámpagos”, concentraciones, y denuncias de testigos. Además comenzó a funcionar la “olla popular” organizada por la CGT de los Argentinos y los estudiantes. “La unidad obrero-estudiantil continuaba creciendo”.
Para el 21 de mayo se hace el llamado al estudiantado y al pueblo rosarino a una Marcha del Silencio, en homenaje a los compañeros caídos. “La concentración sería en Plaza 25 de Mayo y la manifestación culminaría frente al local de la CGT de los Argentinos, en Córdoba 2060”, prosigue el historiador local. En la desconcentración, un grupo de estudiantes se enfrentan a la policía, y otro grupo, con el grueso de la columna de gente decide avanzar desde Córdoba y Corrientes hacia el oeste. En la intersección de calle Italia se producen nuevos incidentes. Y a pocos metros de donde se encontraba la radio LT8, cae abatido por un balazo en la espalda el adolescente Luis Norberto Blanco, empleado metalúrgico y estudiante que intentaba huir corriendo de la represión policial.
Leónidas Ceruti afirmó que “el movimiento universitario, apoyado por la CGT de los Argentinos y el pueblo rosarino, protagonizó aquella tarde noche el “I ROSARIAZO”. La noticia corrió como pólvora y el centro de la ciudad se convirtió en una zona donde confluían columnas de gente organizadas en los diferentes barrios. Hubo barricadas, enfrentamientos con palos y piedras, toma de colectivos para detener el avance de la policía. Aquel día, después de las 21 horas, las masas finalmente ganan las calles y obligan al repliegue militar. La situación continuó varios días más.
Uno de los protagonistas.
Héctor Quagliaro, dirigente de ATE y CTA estuvo a la cabeza de aquel movimiento como Secretario General de la CGT de los Argentinos Regional Rosario, formada un año antes en contra de las conducciones gremiales entreguistas y burocráticas. “Me tocó conducir desde los trabajadores”, diría Quagliaro, “la historia del pueblo contra la dictadura”, junto a innumerables luchadores sociales que con valor entregaron la vida.
El 15 de mayo, Quagliaro había estado en Corrientes, “cuando lo matan al estudiante Cabral, vine para Rosario, en donde pudimos evadir a la policía y al ejército, porque teníamos pedido de captura, y a partir de eso declaramos la concentración del 21 que se constituyó en uno de los hechos más importantes de la historia de la luchas sociales de la ciudad”.
“Esto se hizo junto con todos los sectores de la sociedad; no sólo los estudiantes y los trabajadores, sino trabajadores profesionales, distintas ONG y con los barrios en un Rosario que era totalmente distinto, un Rosario industrial, donde había sindicatos muy fuertes que hoy ya no existen”.
Pero a pesar de todos los cambios en la sociedad y en la realidad de los trabajadores, Héctor Quagliaro siempre supo que “lo que no cambia nunca son los valores y los principios que son los que la gente aspira para que sus dirigentes realmente expresen en los hechos todo lo que sabemos comentar sobre las demandas que tiene la gente”.
Y más adelante agregaría que “me parece que lo que más importa y lo que más rescato es que siempre hemos tratado de resolver los problemas de los trabajadores, pero más allá de lograrlo, hemos sido éticos, hemos sido coherentes, vivimos como hablamos, podemos caminar por la calle con toda tranquilidad porque no hemos traicionado, ni hemos usurpado ningún beneficio”.
Sin lugar a dudas, dirigentes de su magnitud, de los que formaron aquella CGT de los Argentinos y aquel ATE Rosario, y el pueblo que protagonizó las jornadas históricas, están hoy marcándonos el camino para seguir y poner el cuerpo en los momentos importantes por venir para la clase trabajadora.