Francisco Oneto es el abogado del imputado por narcotráfico y lavado de dinero Federico “Fred” Machado y también es el abogado del presidente de la Nación, Javier Milei.
Esta información es imprescindible que se repita en voz alta para pensar de manera individual y colectiva.
Ya no se trata de los últimos eslabones de la cadena de comercialización de uno de los principales negocios del capitalismo como es el narcotráfico. Aquí hay eslabones superiores. Relaciones que llegan a los nichos corruptos de la presidencia de un país que alguna vez fue independiente llamado Argentina. El abogado personal del presidente es el mismo abogado de un acusado de narcotráfico y lavado millonario en distintos lugares de América del Sur. Colonización del estado para generar facilidades a los que necesitan de los flujos de dineros ilegales.
Mientras el cuerpo de las tres chicas asesinadas en Florencio Varela todavía clama por explicaciones y algo parecido a la justicia, las crónicas señalan al Pequeño J como responsable de lo que los grandes medios de comunicación y los partidos tradicionales llaman narcotráfico. Y, sin embargo, son los eslabones inferiores de la cadena.
Las bocas de expendio de esos flujos de dinero garantizados por personajes como José Luis Espert, hasta hace poco presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados de la Nación. Ese triple femicidio se inscribe en la lógica de las bandas narcopoliciales mexicanos, colombianos, brasileños, ecuatorianos, peruanos, paraguayos y argentinos de los últimos diez años. En la ferocidad cotidiana de la lucha por territorios pero siempre por abajo, siempre en los epílogos del negocio.
Desde el terrorismo de estado, la Argentina ingresó en la lógica de este negocio multinacional y paraestatal. Hay una continuidad más allá de la grosería de los personajes en cuestión. No se trata de problemas personales si no de una mecánica que consiste en garantizar el flujo de dinero ilegal en todo el continente desde las más altas esferas del estado hasta la última calle de cualquier población. Es el funcionamiento del capitalismo.
En los años noventa, mientras el menemato multiplicaba por tres la pobreza y la desocupación y prometía que los proletarios se convertirían en propietarios, el estado fue colonizado con personajes claves en esos negocios, entre ellos Monzer Al Kassar. Era la continuidad de aquellos pactos entre el genocidio encabezado por Jorge Videla y la dictadura de Hugo Banzer en Bolivia que estrenó la exportación de 200 kilogramos de cocaína por el puerto rosarino el 24 de abril de 1978 y que nunca cesó hasta el presente.
Y hoy, mientras la Argentina desapareció como país independiente y se convirtió en la estrella oculta de la bandera del imperio, el Paraná está siendo pensado y planificado por los que impulsaron los terrorismos de estado en todo el continente como el Comando Sur del Ejército de Estados Unidos. Por eso es probable que después del 26 de octubre se vuelva a hablar más del Pequeño J que de Espert y el abogado del narco que es también el del presidente de la Argentina.
Porque lo que viene ahora es la utilización política del narcotráfico, usarlo como excusa para hacer que las fuerzas armadas se metan fronteras adentro para meter miedo y mantener a raya las protestas que aparecerán como consecuencia de la imperiosa necesidad de terminar con el saqueo planificado que incluye la demolición del derecho laboral, eso que llaman “costo argentino” o reformas de segunda generación.
El Pequeño J será la máscara para seguir ocultando el negocio grande, el que representan Espert y Milei.
Porque como diría el Chapo Guzmán, “los jugadores cambian pero el juego sigue siendo siempre el mismo”.
Fuentes: Diarios de octubre de 2025 y “Cancha grande. Geonarco 10”, del autor de esta nota.