Hace un tiempo, compartí un spot en la red social facebook en donde aparecían las fotos de tres ministros de la Palabra muy controversiales: Maldonado, Luna y Gebel. En contraste con la primera donde estaban martirizando a Esteban.
Entre las mismas el siguiente mensaje:
“Predica mentiras y te lloverán aplausos, dinero, invitaciones y amigos.
Predica la verdad y te lloverán piedras.”
Lo que he transcrito da pie a tres posturas:
Asentir lo que publiqué o disentir con lo que subí a la red social.
Les compartí dos de las tres posiciones.
¿Cuál es la otra?
Lo que le ocurrió a Jesús, que no era un embustero sino Dios encarnado, y por lo tanto era genuino en su mensaje y la gente le seguía.
Pero más allá que era original su impartición ¿por qué lo hacían?
Sustantivamente en busca de un beneficio, ya sea una sanación, o cualquier prodigio o milagro. Incluso escuchar un mensaje que los aliente pero esencialmente no lo hacían para conocer a Dios y hacer su voluntad.
El mismo Jesús lo dijo en el Evangelio de Mateo capítulo 7, versos 13 y 14:
“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.”
Pero ¿cuál es la puerta y cuál es el camino?
La puerta es Jesús: el Mesías. Y el camino es ir cada jornada hacia la cruz.(Mt.16:24)
Lo que acabo de decir, lo expresa muy bien el Cristo en el Evangelio de Juan en el capítulo 10, versos 17 y 18:
“Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.
Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.”
Con respeto a lo pretérito, la entrega en propiciación por nuestros pecados evidencia el amor y la gracia que conlleva ese sacrificio.
Porque sin la encarnación, su vida pura y sin defecto, cuyo clímax fué el Calvario, no hubiese sido posible la obra redentora y por lo tanto la venida universal del Espíritu Santo (potencialmente para la salvación de toda la humanidad).
Pero ese “favor inmerecido” es dado únicamente a los que con un corazón arrepentido y quebrantado (Sal.51:17) lo han recibido mediante la fe.(Hab.2:4; Ro.1:17; Gá.3:11; He.10:38)
Lo anterior, me lleva a pensar cuál es la intención última por la que decimos ser sus discípulos: ¿llevar las buenas nuevas de salvación o servirnos de algúna retribución egoísta con el equipamiento espiritual que se nos otorgó?
La respuesta a ese interrogante es la base para ministrar como pastores o lobos rapaces.
Con respeto a lo expuesto:
¿Qué debiéramos hacer cuando vemos que hay una motivación espuria en un ministro, un líder o un hermano?
Exhortar en primera instancia como lo hizo Pablo con Pedro, cuando por temor a los judaizantes, cae en hipocresía.(Gá.2:11-14)
En caso que el pastor, el líder, o un hermano no haga caso de lo que le hemos dicho, hacer lo que Pablo en la primera epístola a los Corintios capítulo 5, versos del 11 al 13 manifestó:
“Mas bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón, con el tal ni aun comáis.
Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro?
Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros.”
A manera de conclusión:
Todos los que decimos ser cristianos no tenemos que buscar la aprobación de nadie sino la de Dios.(Gá.1:10)
Porque como expone el Señor en el Evangelio de Mateo capítulo 16, versos 26 y 27:
“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganaré todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.”(Mt.10:33; Lc.12:9; 1 Jn.2:28; Ro.2:6; Ap.22:12)